Había salido de la nada breve, de un pequeño instante. Me sorprendió la osadía de su escenario, el anacarado atardecer que enmarcaba su mar. El resplandor envolvía una imagen, su paradigma, demasiado blanca, demasiado movida, imperturbable para ser veraz.
Me había alejado dudando, reteniendo su vacío entre mis dedos manchados con la arena húmeda de la playa. Sin embargo, mi mirada la seguía buscando, la seguía enfocando. Pensé que quizá tan solo había sido un sueño, una bruma, un recuerdo, la canción pálida de una sirena, una certeza, o quizá un mal gesto.
Repasé su imagen, y la vi, ¡estaba ahí!, había sido real, o al menos, lo había sido, durante una nada breve, durante un instante pequeño, tan volátil, tan risueña, tan difusa como el horizonte, como las lágrimas saladas de aquel ancho mar.