Llegó al mundo un 18 de junio de hace veinticuatro años.
Todos deseaban a Juan, pero nació Lulú. Su piel rosada, los ojos muy abiertos de un color negro intenso.
Creo que observaba todo con cierta familiaridad, ella ya había estado allí, sin dudas era mi percepción.
Nunca lloró, comía poco y dormía noche y día. Las abuelas decían “es una niña buena”. Fue creciendo y a los tres años ya bailaba, enredaba su cuerpecito con trapos, cortinas, vestidos y giraba sin parar. Cantaba melodías inventadas.
A los 18 años me dijo- me voy- y se fue. Al cabo de los años caminando por la Gran Vía, me asombra un cartel con su nombre: Lulú. Esa misma noche fui a verla actuar, era como en casa, sin control daba vueltas y más vueltas, sin control, gustandose ella misma. Tal vez ese era el secreto.