A mi abuelo le gustaba contarme historias, historias que apenas entendía, pero a mí me parecían fantásticas desde mi visión infantil. En mi mente las dibujaba y me transportaban a un mundo desconocido. A través de sus historias, él fue el primero que me habló de la muerte, pero no me transmitió una visión trágica, si no más bien, mágica y misteriosa, pues a través de la muerte, me habló de los espíritus y también de Dios. Mi abuela se enfadaba mucho con él por hablarme de "esas" cosas, pero no servía para nada, mi abuelo era tan cabezón como yo. Lo cierto es, que aunque me hablaba sobre la muerte, nunca llegó a explicarme nada con claridad, dejaba que mi mente elaborara sus teorías, así que, a mi me quedó un poso de imaginería espiritual, una especie de sensibilidad por la muerte y los espíritus. Siento, que gracias a mi abuelo, soy capaz de ver más allá de la realidad y de percibir la esencia de lo material y de lo inmaterial.
Por eso, soy capaz de verte y sé que vienes a por mi. Por eso sé, que tú, no eres tú, fiel amigo. Tu lomo blanco, tu cola dorada y esa mirada...esa mirada... sé que eres un mensajero. Mi mente no me engaña. Sé que vienes a acompañarme y no tengo miedo. Llévame dónde tengas que llevarme. Cabalgaré contigo por este inhóspito lugar, este desierto de piedras, donde la luz atraviesa las tinieblas para iluminar nuestro camino. Estoy preparado, llévame donde tengas que llevarme, y si puedes, por favor, llévame con mi abuelo.