Tumbada en mi sofá, en mi casa, en una ciudad que no es la mía.
Me observo.
Delante de mí, mi foto.
Me veo feliz. Cuánto tiempo pasó.
Escucho a mi madre canturriar. Me dice “levantate muchachita, te espera tu mate cocido, el pan con manteca y azúcar”. Lo saboreo aún ahora. Me miro acurrucada en la hamaca que tejió mi abuela Sofía, qué suave, lo percibo desde la distancia. Huelo a tierra mojada, el olor a fuego recién encendido, a limpio. Me embriaga esta sensación donde todo era jugar y ser feliz.
Un teléfono suena, bueno, qué suene.