LA REBELIÓN DE LOS CRIADOS
Entre las magníficas películas presentadas este año en el FCSIR (Festival de Cine Simbólico Isla de Redonda) cabe destacar La rebelión de los criados, de Marissa Ho Müller. Es la tercera obra de la realizadora chino-germana, de la que ya conocíamos su controvertida Plátanos y cacahuetes, sobre el mundo rural, y Putas y cocaína, que se centra en el ocio empresarial. Fiel a su estilo, nos ofrece ahora un falso documental sobre un documental falso, presuntamente encargado a la cineasta por la Oficina de Relaciones Públicas de la Policía para lavar su imagen después de unos graves enfrentamientos callejeros que finalizaron con once civiles muertos y un agente herido leve. No se mencionan ni el país ni la época, como en sus obras anteriores, se supone que es Europa Central en un futuro próximo.
La rebelión de los criados consta de cuatro partes bien diferenciadas, que siguen los preceptos de Nueva Sinceridad, el colectivo de cineastas independientes liderado por Ho Müller. En la primera parte, la realizadora se entrevista con miembros de la policía mientras su equipo analiza los miles de horas registradas de los incidentes. Llama la atención el ambiente de mezquindad de todo el conjunto, tanto de la policía intentando ocultar lo evidente como de la cineasta y su quipo manipulando la información para mostrar una crueldad desaforada. Oficialmente no llegan a un acuerdo pero queda en el aire la sospecha de lo contrario. La escena de la negociación económica en la que se valoran los muertos en función de lo estético de su fallecimiento es sobrecogedora. En la segunda parte, conocemos al protagonista, Dasein, un centrifugado social que participó activamente en los enfrentamientos. Desde su presentación, una larga secuencia de dos minutos en la que le espachurran la cara contra el parabrisas del coche de filmación, aparecerá en todos y cada uno de los planos de la película, hasta el agotamiento del espectador, siempre con la misma ropa y sin lavar ni afeitarse ni curarse las heridas de las sucesivas palizas. Sabemos de él que es un anarquista evolucionado, nihilista, individualista y misántropo. En la tercera parte, Dasein nos muestra su existencia marginal, su desarraigo de la especie humana, su involución hacia lo salvaje. En el mundo sobran millones de personas como él, nadie sabe dónde arrojarlos, el panorama es desalentador. La sociedad le ha privado de un presente luego no tiene futuro y desdeña su pasado como un error elemental, un precedente nefasto. Está condenado a lo inmediato. No tiene alma, no se lo puede permitir. Es hiriente la secuencia en que Dasein encuentra una manzana reineta encima del expendedor de poemas de un semáforo y sólo le da un mordisco por su incapacidad para repetir la dicha de ese instante: no lo merezco, no lo merezco, dice. La cuarta parte contiene el desenlace y no se debe desvelar. Únicamente decir que el nombre del indigente que hace de Dasein no figura en los créditos finales pero se informa de que fue debidamente retribuido por su trabajo.
No cabe duda de que La rebelión de los criados es una obra singular a la que auguramos un largo recorrido por el circuito de cine independiente. Marissa Ho Müller sabe escoger sus temas, sensibiliza al espectador hacia una mejor comprensión de los sectores menos favorecidos de la sociedad y, con esta película excelente, logra hacernos vivir durante dos horas y media ese sufrimiento tan existencial del pobre, del marginado, del refugiado, del deshecho que vive a la intemperie. Merece un sobresaliente alto.