Con el sol sobre mi cuerpo, con los parpados entornados, con todos mis sentidos palpitando, creo ver mas allá de todo lo que me rodea. El bullicio es ahora murmullo. Los gritos ahogados de mis dos damiselas quieren distraerme, pero no me molestan.
Sólo necesito escucharlas para tener la certeza que están ahí, que me importan, que sin ellas no me embargaría la paz que necesito para recrearme en este bosque encantado.
Bajo mi espalda el árbol va marcando sus señas. Las siento tan profundamente que sobrepasan mis pulmones, mis riñones, y se instalan cómodamente en mi plexo solar. Me incorporo. Una luz verde tranquilizadora me envuelve, me asusto, solo tengo nueve años, me pongo de pie. Mis damiselas se alegran de que esté con ellas.
La experiencia queda solo en mí. Una voz dulce y conocida nos llama para merendar.
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With the sun on my body, the eyelids half-closed, with all my senses throbbing, I believe I can see beyond all that surrounds me. The din is murmur now. The muffled cries of my two damsels want to distract me, but don’t bother me.
I just need to listen to them to know for certain that they are there, that I care about them, that without them I would not be overwhelmed with the peace I need to gloat over this enchanted forest.
The tree goes marking its signs under my back. I feel them so deeply than they go through my lungs, my kidneys, and comfortably settle in my solar plexus. I sit up. A calming green light wraps me up, I am scared, I am only nine, I stand up. My damsels are happy that I am with them.
The experience stays only in me. A sweet and well-known voice calls us for the early evening meal.