UNA PROPUESTA PARA DEJARLO TODO
El anciano le dijo que no era complicado: sólo tenía que desprenderse de los objetos que le anclaban a la vida. En primer lugar, aquellos más triviales: los libros, los cedés de música, las películas de dvd que le hacían soñar; también los cuadros y fotos de las paredes que le devolvían al pasado, los muebles de la casa que compraron juntos y finalmente la bici con la que practicaba deporte para sentirse joven. Por último, el trabajo, el coche, la hipoteca del piso... Y cuando abandones estas cosas, tira la ropa que te identifica, ese otro distintivo de clase. Y en tu desnudez preséntate ante mí, verás tu fragilidad, la inutilidad de aquello a lo que nos atamos. Así se lo dijo y él obedeció: quería sentirse libre. Hasta que, desvalido, comprendió que los recuerdos permanecían en él y no sabía cómo desligarse de ellos.