Hoy es un día muy difícil para mí. Recorren mi cuerpo tantas sensaciones y sentimientos encontrados. Me toca interrogarlo.
No es cualquier convicto, Roberto asesinó a Mariela a sangre fría, la mató sin juicio, sin que ella pudiera defenderse, por la espalda y a puñaladas.
Lo hizo porque creía que ella me engañaba. Era mi mejor amigo, yo le contaba que Mariela habia cambiado, la notaba rara, distante. Desde el primer momento me habló de una infidelidad. No quería creerle, ella no era esa clase de mujer, jamás me hubiera hecho algo así. Discutimos varias veces por ello, hasta que dejé de escucharlo. Eso lo detonó.
Estoy muy nervioso, me transpiran las manos, mi sudor es frío, se acerca, ya está frente a mí. Lo miro a los ojos. Querría increparlo, lanzarme sobre él y golpearlo hasta darle muerte. Pero no puedo, no debo.
Ahí viene otra vez ese hombre de blanco, le da a Roberto una pastilla, seguramente es para que diga la verdad.
La traga. Siento una mano empujar mi cabeza hacia dentro de mi cuello, hasta desaparecer. Todo se oscurece. Todo se calma. Todo se aquieta. Mi mente descansa, se detiene.