NO LES DIGAS NADA
A la hora de comer le dan a escoger entre barra y espejo, y escoge el espejo y piensa: Para no comer solo. Pero no dice nada. Ocupa su lugar frente a sí mismo, inclina levemente la cabeza, con educación, saludándose, porque se conoce de vista, y cuando le toman nota señala con el dedo el Nº 2: ensaladilla rusa, alitas de pollo y alcachofas. ¿Y de beber? Pepsi, con voz, impersonal, como una máquina de refrescos. Sin añadir nada. Espera el plato combinado con las manos juntas amordazando la boca y los codos en el borde de la mesa estrecha, que duplicada por el espejo es el doble de ancha, y sonríe por ello, se mira a los ojos, ve los ojos de su abuelo y escucha su voz: Lo primero que hizo el agua al nacer fue reflejar el cielo, se enamoró del sol y entonces se evaporó para reunirse con su amante, y del abrazo nació la lluvia. ¿Y los espejos, abuelo? Son charcos, prisioneros de los seres humanos, por eso hay que tener precaución con los espejos. No les digas nada.