Nada más bajar del taxi sentí el olor a kerosén. Cerré los ojos y vi a la tía Negrita pasando el lampazo por la vereda delante del portón, los geranios que la nona plantaba en latas grandes de duraznos alineadas al pie del muro del patio y que yo misma me encargaba de regar al atardecer, al Atilito vigilando la brasa del asado y riéndose a carcajadas con los cuentos de los Santomero, a mamá, las mañanas de domingo, amasando la harina en la mesa de la cocina y cortando la pasta con su cuchillito mientras oía el programa de dedicados que pasaban en la radio después de la misa, el reloj en la cajita de madera que me regaló aquel hombre de bigote fino y sombrero el día que cumplí siete, a la tía Mirta que nos traía masitas los miércoles y cebaba el mate después de la siesta.
Volvía a casa.
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As soon as I got out of the taxi I felt the smell of kerosene. I closed my eyes and saw Aunt Negrita sweeping the sidewalk in front of the gate with her mop, the geraniums Grandma raised in big peach tins lined up at the yard wall’s foot and I took care to water in the evenings, Atilito keeping an eye on the embers of the barbecue and laughing at the Santomeros´s jokes, Mom, working the flour on the kitchen table and cutting the pasta with her little knife on Sunday mornings, while listening to dedicated songs on the radio after the Mass, the watch in its little wooden box I was given in my seventh birthday by that man of a slim moustache and a hat, aunt Mirta who brought us cakes on Wednesdays and made mate after the nap.
I was coming back home
Traducción: Gorka Biggi