CAMBIO
—Hola, soy Maite, la supervisora. ¿Seguís detenidos? Cambio.
—Afirmativo. Pero ahora hay más gente rodeando la ambulancia. He tenido que apagar la sirena y quitar el contacto del motor. Cambio.
—¿Ha llegado la policía? Cambio.
—Sí, pero la organización no les deja entrar en el recinto. Dicen que no hay motivo. Lo que hay en un silencio que acojona. Cambio.
—Pues en esas condiciones no se puede enviar el helicóptero, sería una locura. ¿A qué distancia estáis de la policía? Cambio.
—Cincuenta metros, y miles de personas mirándonos. Cambio.
—Tranquilo, son heavies, buena gente. Todos los días no se muere una leyenda de la guitarra en mitad de un punteo. Ha tenido que ser muy fuerte para ellos. ¿Qué hacen? Cambio.
—Están tristes… tocan la ambulancia… Cambio.
—Bien, escucha. Dile a tu compañero que pase a la trasera, que gire el cadáver, con la cabeza hacia afuera; y que abra la puerta y le descubra la cara. Luego enciendes el motor y avanzas lentamente. Cambio.
—Tocarán el cuerpo, va contra las normas. Cambio.
—No lo harán, ahora estás en un velatorio. Cambio.
—Vale, jefa. Lo que tú digas. Cambio.
—Y pon las luces y la sirena, a todo volumen. Como muestra de respeto. Cambio.