Roces
Las manos rozan los cielos. Pero ellos siguen ahí, altos y serios. El cuello roza tu oreja. Pero tú sigues ahí, adulta y seria. Los dedos rozan la boca. Pero las palabras siguen ahí, tercas y huecas. Los dientes rozan la fresa. Pero ella sigue ahí, coqueta entre tantas fresas. El llanto roza las almas. Pero las almas siguen ahí, sordas y frías. La risa roza el silencio. Pero él, miedoso y 'miedante', sigue su paso, negro y patoso. Autista y ciego. Porque quiere dar Miedo. Pero pero no sabe que, cada noche, la Luna roja de Marte duerme en el tsunami ruidoso de su trastero.